Historia - Baron Rojo Sur - América de Cáli
Historia de la barra brava Baron Rojo Sur y hinchada del club de fútbol América de Cáli de Colombia
Para contar la historia de la barra-brava "Barón Rojo Tribuna Popular Sur", hay que remontarse a diciembre de 1991, cuando nacía la primera barra "activa" (para diferenciarla de las barras tradicionales) de la ciudad de Cali, "La Furia Roja". Esta barra, formada en su mayoría por adultos de barrios populares, se caracteriza por sus viajes a lo largo y ancho del país siguiendo al América, llegando una vez a llevar cuatro buses hasta el estadio Metropolitano de Barranquilla. En el año 94, la barra se fragmenta y un grupo de jóvenes decidió regresar a los orígenes de la autentica barra popular. La que se merecía un equipo conocido a nivel nacional como "la pasión de un pueblo" y que desde su nacimiento había estado ligado a la entrada de los barrios populares de Cali.
Este grupo se instalo primero en la tribuna popular norte y finalmente, como lo hace hoy en día, en la sur del estadio Pascual Guerrero.
Lo hizo bajo el nombre del famoso grupo de rock español, que a su vez lo tomo del mejor piloto de guerra de la historia mundial "El Barón Rojo".
Los numerosos actos de violencia, los accidentes frecuentes, los cantos basados en canciones famosas del rock hispanoamericano, los triunfos constantes del América y la simpatía evidente por parte de los jugadores, atrajeron a una cantidad inmensa de jóvenes y niños.
Para el año 98, la barra ya era dueña de todo el primer piso de la tribuna sur y su fiesta de papel picado, humo rojo, pólvora, caras pintadas y trapos en el alambrado convertían al Pascual y en muchas ocasiones a otros estadios, en una verdadera caldera roja. Al tiempo que la barra se caracterizaba por su fidelidad y aliento constante hacia el cuadro rojo del Valle, los hechos lamentables relacionados con ella eran noticia en todo el país.
De esta manera se acrecentaba su reputación y atraería cada día mas hinchas americanos en toda Colombia.
Se recuerda los destrozos en el metro de medellin, el rompimiento de la baranda del segundo piso de oriental del Pascual con numerosos heridos, la caída del alambrado en la tribuna oriental del Campín y del Murillo Toro en Ibagué, la "famosa" batalla campal con la policía de Cali, que deja como resultado cientos de detenidos y algunos policías auxiliares heridos, los ataques a instalaciones de clubes rivales y las constantes grescas con las hinchadas que visitaban la ciudad.
Esta corta pero nutrida historia de pasión desmedida y hechos censurables y reprochables, muy propia de la hinchada del equipo del pueblo caleño, hicieron de la frase "me azoto por vos", un lema que tarde o temprano podría llevar a la barra a su desintegración por parte de las fuerzas del orden publico. Con el objetivo de proteger a la barra y a sus integrantes, los directivos de la misma implementaron, junto con una prestigiosa universidad de la ciudad, un plan de evolución hacia una barra menos violenta y que mejor descargara toda esa fuerza juvenil, exclusivamente en aliento para del equipo.
Este plan sigue en marcha con excelentes resultados. Hoy por hoy, la barra BRS (por sus siglas), constituyen el grupo de hinchas más numeroso del país, ya que cuentan con sucursales en todas las ciudades donde se juega el torneo profesional colombiano, además de grupos en Nueva York y Miami. Así mismo, son reconocidos como la barra mas viajera del país siendo la primera en traspasar las fronteras para alentar al América hasta Venezuela, Ecuador, Perú y argentina.
Es Barón rojo llamada "La banda del diablo" o "el parche máximo, la barra del América de Cali uno de los equipos mas populares de Colombia.
En el año 1997, exactamente el 21 de diciembre de 1997, cuando América le ganó al Bucaramanga 2-0 y alcanzó la novena estrella de su historia, fue el día en el que nació Barón Rojo.
Esa tarde, mientras un pequeño grupo de 40 fanáticos, en la tribuna Norte, dominados por la euforia, bailaban alrededor de un trapo que se consumía por el fuego, los otros 40.749, entre lágrimas y abrazos, celebraban el triunfo del equipo de Luis ‘Chiqui’ García, en el Pascual.
Lo que quemaban era la bandera de La Torcida, una barra roja que murió para transformarse en otra, muy al estilo de las argentinas. Por la cercanía entre el fútbol y el rock, los integrantes tomaron el nombre del grupo español que precisamente ese año, de gira en el país, se presentó en Cali.
“Lleguen, lleguen (al estadio)”, ese fue el único requisito que los fundadores, Harold ‘El Muerto’ y ‘Ruso’, le pidieron a hinchas como Felipe Garcés, entonces un estudiante de la Universidad del Valle, que atraído por los cantos y su pasión americana, pasó a integrar la barra desde el 99.
“Esto se va a formar, vamos a crecer, esto es un ejército, aquí nació la nueva raza del hincha”. Con esta frase ‘Ruso’ recibía a los fanáticos que, además de su amor por el equipo, llegaban seducidos tras una campaña que escogió un soldado de la SS Nazi y un brazalete, del tipo de la Alemania de Adolfo Hitler, como sus máximos símbolos.
Para crecer como barra se aplicó el modelo de las iglesias cristianas “cada uno gane uno”. Sin importar que les tocara o no pagar esa otra entrada, al domingo siguiente, ya no fueron 20 sino 40, luego pasaron a 80 y así a 160.
Como parte de la campaña también comenzaron a editar sus publicaciones. Primero fue Volumen Brutal, fanzine que costaba 500 pesos. Luego apareció Fanático Escarlata. Una mini revista editada por el Colectivo Diaboló (diseñadores y comunicadores miembros de la barra), que hicieron una convocatoria y dieron talleres para que los demás integrantes de Barón Rojo escribieran sobre sus viajes acompañando al América, partidos y experiencias al lado del equipo.
Estos viajes los hacían con dinero de su bolsillo o con el que recogían en una pipa de gas en forma de alcancía que hacían pasar para llenarla de monedas durante los partidos en el Pascual.
El año de posicionamiento del Barón Rojo Sur (BRS) como barra brava fue 1999. Y para ello se valieron de las trifulcas, cada ocho días, en los estadios que visitaban. “Entendimos que así había que hacerlo, porque cuando íbamos con nuestras banderas y cantábamos, nadie lo registraba; pero cuando se armaba una pelea todos los medios, prensa, T.v. y radio, lo pasaban y estábamos en boca de todo el mundo. Ahí fue cuando las otras barras, que también estaban emergiendo en el país, dijeron: ‘el América ya tiene una barra brava’”, explica Garcés.
Aunque desde un comienzo, el BRS estuvo organizada por Bloques (los primeros fueron Oriente, Averno Central, Norte, Univalle y Estadio -estos dos últimos ya no existen-. Se sumaron: Mojica, Sur, Averno Central, La Banda 105, La 39 y Distrito Popular), también hay que decir que siempre hubo dos líneas ideológicas definidas: la línea dura, la del choque beligerante; y la que pregona el “barrismo social”, es decir, la que defiende esta actividad como una expresión cultural.
Con la llegada de La Banda 105, jóvenes estructurados desde la academia -que se encontraban en el estadio para seguir al América-, y el retomar por parte de éstos del manifiesto ‘Se necesita mucho huevo y mucho aguante para alentar en paz’, escrito por ‘Sherpa’, otro de los líderes, soplaron vientos de cambio.
La 105 le propuso a la cúpula dejar de lado los cantos que llegaban del sur del continente. “Era más fácil que una persona se identificara con una canción de Pastor López que con un tema de rock o una tecno-cumbia argentina”, cuenta Felipe. Eso funcionó.
Además, como en el 2002, la barra ya tenía casi dos mil integrantes, la sugerencia también fue crear una estructura democrática.
Entonces, como cualquier partido político, cada Bloque escogió sus representantes y durante seis meses se reunieron en una especie de convención o congreso ideológico.
La línea social logró convencer a los demás de sacar los símbolos Nazis, nombraron el Senado BRS (con titulares y suplentes), que reunió a los líderes de los Bloques, y un gabinete con siete ministros: Trapos, Cantos, Viajes, Contactos, Tesorería, Prensa e Imagen y Desarrollo Humano.
Paralelo a esto llegaron otros subgrupos. “Antes venían individualmente a la barra -explica Garcés-, ahora lo hacen en grupos definidos”. Ellos los llaman Parches, actualmente están: San Marcos, Ulpiano Lloreda, La Frontera, La Plaga y Mariano Ramos.
Pero, al parecer, la línea dura ha vuelto a liderar al BRS. Garcés, que ahora se identifica como un barrista más, se alejó de todas su funciones.
“Nuestro proyecto quedó inconcluso porque la idea era, además del Senado BRS, escribir la Constitución Escarlata, iba a ser una adaptación de la Carta Magna colombiana, que tiene cosas buenas, pero con sentido rojo”.
Tambien son muchos son los rumores que se escuchan en torno a la creación de la barra Barón Rojo Sur, y todos apuntan a una influencia mediática -venida del sur del continente- que motivó a algunos hinchas jóvenes a crear un espacio propio dentro del estadio. Es necesario decir que este fenómeno no surgió por generación espontánea sino que es el resultado de un largo proceso que se inició en la década de los noventa con la conformación de dos o tres barras de corte tradicional animadoras incondicionales del equipo americano y que en su desarrollo dieron paso a lo que hoy se conoce como la barra del Barón Rojo Sur.
En el año 1991, durante el primer partido del cuadrangular final, vio la luz la barra Furia Roja. La iniciativa de creación la tuvo un grupo de estudiantes de la Universidad Autónoma de Occidente quienes armados con enormes y vistosas banderas rodaron por el estadio hasta ubicarse en la tribuna Norte donde saltaron y cantaron un solo coro que era lo tradicional.
“En el segundo partido de ese cuadrangular nuevamente aparecieron estos personajes saltando y agitando las banderas, entonces aquellos que teníamos ese sueño de cantar y de saltar en el estadio caímos a Norte al siguiente partido. Y es ahí donde de forma improvisada y desordenada la barra se agrupa... como una mancha que se mueve por la tribuna. Esa vez, por la emoción, improvisamos dos o tres cantos con un vocabulario soez y jocoso. Al finalizar el partido intercambiamos teléfonos” (Edgar Luther).
En el primer clásico del año 92 apareció la barra mejor organizada. “Llevamos papel picado, llegamos al estadio uniformados, nos saludamos aún sin conocernos y nos ubicamos allá arriba, en el segundo piso de Norte. Esta vez preparamos algún coro y en el desarrollo del partido lo tiramos, cantamos de pie y todo el estadio nos vio con alegría y admiración. La verdad es que la barra creció medianamente y los coros que se imponían tenían cierto aire parroquiano”.
La característica principal de la barra fueron las banderas. Era requisito llevar una bandera grande, llamativa y diferente. “Cada uno ondeaba su bandera. Se montaban coreografías y al unísono la barra cantaba. Se causó gran impacto en el resto de hinchas que asistían al estadio por el colorido, los cantos, la emotividad, por la diferencia”.
Cuando se inició el proceso de la barra como tal ya había gente que lideraba el grupo por su antigüedad, el número de integrantes de Furia creció, aunque sus componentes pertenecían principalmente a las capas medias.
Los fundadores, “niños bien” estudiantes de universidad privada, empezaron un juego de poder con “los de barrio”: trabajadores, obreros de fábrica, estudiantes de institutos tecnológicos, un gran número de habitantes del barrio Petecuy y algunos estudiantes de la Universidad del Valle.
“Aunque no faltaban las paradojas éramos un parche alimentado por la pasión, fuimos amigos, aprendimos a tolerarnos en la diferencia y esa es una de las cosas que más valoro”.
“En el año 1992, en el partido que América jugaba contra El Nacional, por la Copa Libertadores, la Furia estaba en su apogeo y el Estadio era una fiesta. Nosotros saltábamos eufóricos y la gradería cimbraba. De repente éramos el centro de la atención, las cámaras de TV nos enfocaban fijamente, probablemente hasta ahora nunca se había vivido el fútbol de esta manera en ningún estadio colombiano. Sólo después, en mi casa, entendí que los periodistas esperaban grabar el momento de nuestra caída, puesto que la tribuna Norte estaba partida y se veía mecer sobre occidental, subía y bajaba. Los periodistas estaban pendientes del momento en que cayéramos, pendientes de la chiva (...). Fuimos forzados a dejar norte y decidimos irnos para Oriental primer piso”.
Allá el cambio fue drástico, además no todo el parche siguió a oriental, sobre todo los que fumaban bareta y los que no tenían para pagar. Algunos siguieron en Norte y otros se fueron para Sur. Ya sumábamos como 500 personas en el estadio, pero de la barra, barra sólo 300. Se marcó definitivamente una diferencia con las otras barras, las tradicionales. La característica Animosidad de la Furia, sus banderas, la gente saltando al ritmo de los cánticos y la juventud de sus integrantes crearon una brecha en la hinchada americana.
Paradójicamente, mientras la barra ganaba popularidad y el número de adeptos crecía tanto o más que sus finanzas, a la Furia Roja le sobrevino una crisis.
La gente se cansó de pagar por todo y no ver la plata invertida. La gota que rebasó la copa fue una fiesta que organizaron para festejar el fin de año. Todo fue un fiasco. Nadie supo dar razón del billete.
Corría el año 1994 y una pequeña disidencia se fue para Occidental con el nombre de Estruendo Rojo, pero con la muerte de uno de los líderes de la Furia las cosas volvieron a la normalidad, la Furia se unificó nuevamente. El equipo rojo vivía la era de Maturana, y la hinchada no estaba contenta. Aún la Furia, que se caracterizaba por ser incondicional, la emprendió contra los jugadores y el técnico. Además el exceso de alcohol en la cancha menguó la forma de alentar de la barra. Muy pocos continuaron en Oriental, otros volvimos a Sur y un combo de sardinos -3 o 4 rockeritos que nunca tuvieron voz ni voto- se fueron para Norte y pusieron el punto alto allá.
“Cuando llegamos a Norte, la Furia era ya un recuerdo. La verdad es que yo nunca compartí la ideología con los líderes de esa barra. Me tocaba ir porque era la única barra joven que había y porque algunos amigos míos también iban (...) Desde pequeño idealizaba algún día ver una barra distinta a todas, un parche único. Yo pensaba en algo grande, pero como no tenía oídos atentos, mis ideas siempre sonaron absurdas. El combo en Norte era pequeño pero fiel y nació de pura alegría, me tocó convencer a la gente para armar una disidencia” (Harold “El Muerto”).
Un día se encomendó a un man de la barra hacer un trapo para poner en Norte y por alguna inexplicable razón le puso Torcida y todos empezaron a llamar así a la barra, aun cuando este nombre nunca fue tomado por la barra como tal.
La cosa fue en Norte segundo piso, con un grupo no muy grande. Pero un asunto sí fue claro, como transición importante Torcida no cantaría coros de la Furia, pues en la mayoría se generó malestar contra la antigua barra.
La barra creció y aparecieron nuevas personas cada vez más jóvenes. Se popularizaron las caras pintadas, volvieron las banderas, aparecieron los estampados del Ché, se empezaron a adaptar canciones de Fito Paez y de otros cantantes argentinos y el reconocimiento se hizo mayor.
Vinieron los partidos de la final de la Libertadores en el 96, la barra llenó la tribuna y alentó con fuerza a pesar del traspiés futbolístico. El núcleo de la barra se conformaba por aproximadamente 200 personas, hinchas experimentados de anteriores procesos, agrupados de forma algo irregular pero comprometidos con la pasión.
Localizados en norte durante la final del año 1997 y en plena algarabía por la celebración del título, la pancarta de la Torcida que se exhibía sobre la tribuna fue destruida misteriosamente. Este hecho marcaría el último y definitivo desplazamiento de la barra por el Pascual.
“Mi idea siempre fue el nombre de Barón Rojo, porque me gustaba esa banda española de metal, escuchaba varias de sus canciones... “Hijos de Caín”, “Tierra de Vándalos”, “nos vamos para el infierno”, temas con los que me identificaba. Y un día cogí un trapo que estaba en mi casa y pinté con letra gótica blanca: Barón Rojo, una pancarta de ocho metros de largo. El primer trapo de la barra, que no era Sur todavía”.
El nombre también hacía referencia explícita a Manfred Von Richthofen, uno de los más bravos y aguerridos pilotos alemanes de la primera guerra mundial conocido como el Barón Rojo. En aquel entonces se propuso trasladar el colectivo a la tribuna Sur, ya que estando allá se posibilitaría el crecimiento del grupo, además era la tribuna más popular y por tanto el espacio natural de la barra. Desde entonces se adopta el nombre de Barón Rojo Sur.
El paso a la Sur no fue fácil, en el segundo piso de esa tribuna se ubicaba un grupo de hinchas veteranos conocido como el parche de “Páginas Amarillas” con el cual hubo constantes enfrentamientos, impidiendo el crecimiento de la barra.
El grupo decide entonces ubicarse en el primer piso de la tribuna. En este período hubo altibajos. A veces el número de hinchas era nutrido, mientras que otras veces sólo los fundadores aparecían por el Pascual. Los líderes de la barra decidieron entonces tomar cartas en el asunto, diseñando una estrategia que permitiese que la popular se colmara en cada fecha, llegó gente de todo tipo, algunos sólo por curiosidad, pero para muchos la barra se convirtió en una forma de vida.
Fue una época dorada para el BRS; el equipo rendía y la barra rendía, se hicieron los primeros viajes, se publicó el primer “Volumen Brutal”, se compusieron nuevos cantos, se diseñó un nuevo frente, se tomó nuevamente el segundo piso y existía un protagonismo mediático que señalaba al BRS como una de las barras más violentas en el ámbito suramericano.
Hoy por hoy, el Barón Rojo Sur alberga tantos simpatizantes que se hizo necesario dividir la barra por sectores, y existen alrededor de la ciudad los denominados Bloques con sus respectivos líderes. También cuenta en su prontuario con página web, con publicaciones autogestionadas, con el récord de ser la primera barra en haber acompañado a un equipo colombiano fuera del país (Perú y Ecuador en el año 2000).
“El BRS se convirtió en una epidemia, pues la barra sobrepasó la ciudad y donde uno va encuentra gente de la barra, filiales regadas por todo el país, es un movimiento abierto a todos”.
En el año 2003 la barra mostró su madurez y su grandeza. Siempre, en todos los estadios donde el América jugó hubo presencia de la barra. Los viajes masivos por todo el país y el continente – Ecuador, Venezuela, Paraguay y tres partidos en Argentina-, las salidas más vistosas del país, el carnaval antes, durante y después de los partidos (por primera vez en Colombia un partido tuvo que ser detenido por un evento no violento en la cancha, contra el rival de patio), los mejores cantos originales y el aguante en constante crecimiento, permiten que hoy, sin lugar a dudas, el Barón Rojo Sur se posicione muy por encima de las demás y se haya convertido en una presencia imprescindible para la institución Americana.
Esta historia está lejos de llegar a su fin, hasta ahora los logros han sido enormes, pero el camino aún no termina, el Barón Rojo Sur está en permanente evolución y cada vez se hace más necesario el compromiso de todos, porque ser Barón Rojo es más que un estilo de vida, es la vida misma.